Si crees que son tus hijos los que tienen que cambiar, no hace falta que sigas leyendo.
Si por contra, ya eres consciente que necesitas un cambio, entonces te puedo ser de ayuda.
Cambia tú para conseguir lo mejor de tí, de la relación con tus hijos y de quién se preste.
Son las 7h de la mañana. Tus hijos están esperando a que leas el mail y apliques esa pequeña moraleja que lleva incluída.
Todos saliís beneficiados. Tú, ellos, tu pareja,…
Ahora bien, para poder hacerlo, primero debes suscribirte y para suscribirte debemos hacer las cosas bien hechas:
– tú aceptar la política de privacidad (RGPD)
– y ActiveCampaign (mi proveedor de email) y yo, proteger y gestionar tus datos para la finalidad descrita: enviarte mis mails, libres de spam. Por cierto, recuerda que tendrás que confirmar la suscripción a través de un mail que te llegará a tu bandeja (si no lo encuentras, mira en spam)
La gente quiere que sus hijos parezcan robots: sentados, sin rechistar, sin llorar, sin que se les caiga el vaso de leche, sin que cambien de humor en un plis-plas,… casi con corbata y bien peinados.
Y debido a que muchos lo desean, pues hay mil cursos y estrategias de cómo conseguir que tus hijos hagan lo que tú quieres.
Pero bueno, ¿sabes qué?
No lo veo. O mejor dicho, lo veo complicado, muy complicado, te diría que imposible.
En fin, puede que lo consigas, pero son victorias a corto plazo y con técnicas arcaicas, oxidadas; y encima empeoran tu relación con ellos.
Ahora bien, si tienes otro punto de vista, las cosas cambiarán, y mucho. Y lo harán, sin duda, a bien.
No es nada milagroso ni que tan sólo unos pocos conozcamos, de hecho todo el mundo lo sabe, pero muy pocos lo aplican.
Te advierto, cuando lo veas dirás: – joder, ¡es verdad!
Si quieres saber cómo, es aquí, justo en la caja de suscripción. Y de regalo “7 estrategias para no perder los nervios con tus hijos”.

Si te descargas esta guía te puede pasar lo siguiente:
Pues bien, ya te aviso que es mucho más simple de lo que aparenta.
El gran problema es que uno parte del punto en que sus hijos son adultos y no niños. Ese es el gran error.
Una vez superado, todo es más sencillo. Te lo aseguro.
¡Vamos allá!